Cuando yo era adolescente, quise construir un cohete.
[...] Pero no pudimos hacerlo. No encontramos quién nos ayudara. Fuimos a la biblioteca y no hallamos nada que nos sirviera. Ecuador era un país muy pobre, y sus bibliotecas, muy precarias.
Varios años antes, en 1957, otro adolescente, hijo de un minero norteamericano de Virginia Occidental,
[...] Le fue mucho mejor que a nosotros. En la biblioteca de Coal Wood, su pueblito natal, encontró los primeros consejos que le hicieron falta. Con algo de empeño pudo ver cómo su propio cohete despegaba del patio de su casa. Homer Hickam se transformó más adelante en uno de los científicos de la NASA de mayor prestigio.
[...]
¿Cuál es la lección? Una biblioteca decente en un pueblito perdido, puede hacer la diferencia entre un país desarrollado y otro del Tercer Mundo.
Ayer obtuve por fin mi tarjeta del Public Library System de Miami-Dade. Me demoré algunas semanas porque las bibliotecas de esta ciudad ya no atienden todos los días, y nuestros horarios (el de la biblioteca y el mío) a veces se cruzan.
Sobre el mostrador principal de la biblioteca reposan dos carteles que muestran a un par de importantes funcionarios sonriendo a la cámara con un libro en la mano. “Read”, reza el texto. “Do not read”, dirán dentro de poco, si se cumple el propósito de reducir el sistema de bibliotecas del condado a un remedo de lo que alguna vez fue.
El pretexto (porque no es un argumento) sería que “está llegando a su fin la era de las bibliotecas”, desplazadas supuestamente por internet. (La frase no es de Nicolás Maduro, aunque lo parezca).
Lamento contradecir a los que piensan de ese modo. No es cierto que ya no necesitemos bibliotecas. En realidad las vamos a necesitar más que nunca, por cinco razones al menos:
- Ninguna persona culta podría comprar todos los libros que necesita leer en su vida. Son demasiados, y cada día se publican más.
- Más larga aún es la lista de los libros que no leemos pero que consultamos, es decir de los que revisamos sólo un capítulo, o unas cuantas páginas, en el transcurso de alguna investigación.
- Hay libros que casi no se publican porque no existe suficiente demanda. ¿En qué librería podría encontrar usted todas las obras de Aristóteles, todos los libros de Balzac o todas las novelas de Julio Verne?
- Leer es un hábito con el que no se nace. Hay que adquirirlo, y eso sólo se consigue rodeándose de libros, viéndolos, tocándolos, y mirando a otros leer.
- Encontrar el libro que necesitamos no siempre es una tarea sencilla. Se necesita a veces de la opinión de un experto, es decir, de un bibliotecario.
En la película Fahrenheit 451, basada en la novela de Ray Bradbury, un Gobierno totalitario acaba con las bibliotecas, las librerías y los libros. (451 grados Fahrenheit es la temperatura a la que se inflama el papel). Un grupo de rebeldes decide, entonces, que cada uno se aprenda de memoria un libro, y que se lo enseñara a uno de sus hijos, y ellos a sus nietos, esperando el momento en que la humanidad de nuevo comprenda el valor de las bibliotecas perdidas.
No tendremos que llegar a tanto. Estoy seguro de que la población de Miami no lo permitirá.
Texto completo en http://www.diariolasamericas.com/noticia/160022/46/para-que-existen-las-bibliotecas
Por Emilio Palacio, periodista ecuatoriano