[...] Vivimos unos años en que actuar es difícil, pero imprescindible. Es un momento para el activismo bibliotecario.
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El ahora mismo está presidido por la crisis económica, afrontada con políticas neoliberales que imponen una reducción grave de los servicios públicos. Ello está derrumbando muchas de las “promesas que anunciaron taumaturgos insignes”. En los últimos seis años hemos visto perder pilares fundamentales de la sociedad democrática y del estado del bienestar, afectando a la universalidad del derecho a la Sanidad, la Educación o los Servicios Sociales.
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Estamos defraudados y en crisis, y ello es un problema, porque el tiempo, “los años pasan deprisa”. En efecto, en el ámbito bibliotecario y en el sector de la información en general esto es especialmente cierto y acuciante. Los bibliotecarios no fuimos ágiles para empezar a actuar frente a la crisis económica
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Debemos mantener ahora las bibliotecas para los bibliotecarios que nos sucedan y para los ciudadanos que las necesiten. No podemos situarnos en una inercia, en el conformismo o en un “mientras tanto” hasta que se supere la crisis, en lo que sería “un largo camino de angustia y de silencios”. Silencio es no poder desde las bibliotecas mantener un programa cultural, no tener una buena red wifi y herramientas de trabajo para nuestros usuarios o un programa de formación para todo tipo de personas. No poder dar apoyo a las bibliotecas escolares de nuestro entorno, no poder trabajar cooperativamente en unas colecciones locales digitales y físicas en permanente construcción, o carecer de medios para desarrollar acciones prioritarias para los colectivos desfavorecidos…
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La forma de ser útiles como bibliotecarios es salir a la calle, a los espacios sociales físicos y digitales, para intentar ayudar a esos grupos, para abrirles nuestros lugares de reunión, para aplicar nuestra capacidad formativa o de asesoramiento, para ofrecernos como aglutinantes o conectores, para aportar en la medida de lo posible lo que necesiten, apoyar o integrarnos con la cultura de lo común, de la que somos un ejemplo.
Para hacerlo, debemos saber aprovechar lo que tenemos. Ser lo que ahora se llama bibliotecas resilientes.
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Si aplicáramos de modo generalizado las actitudes y modos de concebir la profesión que acabamos de glosar, la mayoría de los bibliotecarios iría a trabajar pensando “que todo está por hacer, y todo es posible”. Pero debemos preguntarnos si estamos adoptando esa actitud activista, arriesgada y convencida como bibliotecarios, si tenemos esa energía que hace posible bibliotecas resilientes y comunitarias, y qué obstáculos se oponen a ello.
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Un primer factor negativo sería la sustitución de profesionales permanentes de plantilla o su complementación por empresas de servicios que subcontratan con baja remuneración y menor capacidad de autonomía en el desarrollo de su labor.
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En segundo lugar, puede estar habiendo un desgaste comprensible pero preocupante en el colectivo profesional bibliotecario. Motivos no faltan: las condiciones laborales han empeorado –tanto en lo económico como en aspectos importantes como la falta de apoyo para la formación permanente, la asistencia a encuentros profesionales o la dotación de herramientas para desarrollar satisfactoriamente los servicios.
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Los bibliotecarios –igual que los profesores- quizás no debamos ser neutrales, sin que con ello quiera decir que podamos ser manipuladores. Creo que es necesario dar a conocer y argumentar, con ayuda de las asociaciones profesionales, sobre las situaciones de deterioro de la profesión, y sobre las decisiones dañinas para los usuarios y sus derechos informativos o culturales. Que no acontezcan ante la indiferencia o el silencio. Que nuestra voz vuelva a oírse, claramente.
Debemos tomar posición a favor del mantenimiento de los servicios públicos que permiten el derecho humano fundamental a la cultura y la información. El papel de todos los que trabajamos con las ideas, con el conocimiento, es lograr que circule y se aplique para beneficio individual y colectivo. Conocimiento es poder, y el mero hecho de facilitarlo, de enseñar a cuestionar la información, a desarrollar el pensamiento crítico, a juzgar el presente, contribuye a crear una ciudadanía menos manipulable y con más alternativas.
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Texto completo en http://eprints.rclis.org/20483/1/Gomez_Accion_Bibliotecaria_Jaen_JAAB_2013.pdf
Conferencia de José-Antonio Gómez-Hernández en las XVII Jornadas bibliotecarias de Andalucía (Jaén, 25 de octubre de 2013)